Comentario de los mensajes

2 de febrero de 2014

Queridos hijos, con amor materno deseo enseñarles sinceridad porque deseo que en vuestro obrar como apóstoles míos sean correctos, decididos y sobre todo sinceros. Deseo que por la gracia de Dios estén abiertos a una bendición. Deseo que por el ayuno y la oración obtengan del Padre Celestial el conocimiento de aquello que es natural y santo, divino. Colmados de conocimiento, bajo la protección de mi Hijo y mía serán mis apóstoles, aquellos que sabrán difundir la Palabra de Dios a todos los que no la conocen y sabrán superar todos los obstáculos que encontrarán en el camino. Hijos míos, por medio de una bendición, la gracia de Dios descenderá sobre ustedes y ustedes la podrán conservar a través del ayuno y la oración, la purificación y la reconciliación. Poseerán la eficacia que busco en ustedes. Oren por sus pastores para que el rayo de la gracia de Dios ilumine sus caminos. Gracias.

Comentario:

          En una versión italiana se leía “deseo enseñarles la honestidad”, en la inglesa “la sinceridad”, el término original croata seguramente se presta, como tantas veces, a una u otra traducción, pero lo importante es aferrar el sentido. Cuando se suele decir que alguien es honesto suele referirse a que es honesto en un sentido en cierto aspecto exterior a sí mismo, por ejemplo no toma nada que no sea suyo. Sincero es otra cosa, es la honestidad consigo mismo y con los otros, es el que está o procura siempre estar en la verdad, ser verdadero más que veraz. El sentido más apropiado de ese ser sincero a que alude la Santísima Virgen es el empleado por el Señor en el elogio a Natanael, que encontramos en Jn 1:47, donde leemos: “Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: Ahí tenéis a un israelita de verdad en quien no hay engaño” (en algunas traducciones dice “sin falsedad” o bien “sin dobleces”). Pues, eso es lo que desea nuestra Madre de sus apóstoles(1): que no engañen y que no se engañen, que no teman a la verdad y la proclamen y la busquen siempre, que se opongan y no sean partícipes de ninguna manipulación y engaño. Completa el perfil con otros dos atributos: rectitud y decisión en el obrar.
          El apóstol de María debe reunir en sí todas las tres virtudes pedidas –sinceridad, rectitud, decisión- sin faltar ninguna de ellas puesto que corrección y sinceridad sin la necesaria decisión, que impulsa la misión y que vence los obstáculos, no sirven al propósito del envío(2). Son como los talentos enterrados de la parábola. Del mismo modo, decisiones imprudentes, desmedidas y que falten a la verdad frustrarán la obra. Ni falseamientos ni indecisión.
          Luego expresa otro de sus deseos que se vincula al anterior: que se abran a una bendición. Puesto que no hay nada que preceda a la gracia, es la gracia de Dios que abre a la otra gracia: la de poder acoger el don y hacerlo fructificar. En esto vemos cómo actúa el don gratuito de Dios y nuestra libertad. La gracia primera (Deseo que por la gracia de Dios estén abiertos) permite salir del enclaustramiento de sí mismo, de ese permanecer cerrado que impide a la bendición -portadora de la otra gracia- penetrar y obrar.
          Las causas de ese estar cerrados a la acción divina son diversas y van desde la obstinación en el error que, a su vez, suele originarse en prejuicios o en hechos e interpretaciones que sólo están en la imaginación de la persona, a profundas heridas que no dejan ver nada más que el propio dolor, a la falta de perdón o a una reacción de protección ante presiones de ambientes hostiles. Por ello, la primera gracia que Dios da es la de poder abrirse, venciendo los obstáculos de adentro para luego poder recibir la gracia de la bendición que capacita al apostolado. La bendición de recibir el discernimiento –saber qué es santo y qué aparentándolo no lo es, saber que es bueno y qué es perfecto para Dios, saber dónde se esconde el mal- y esa luz del discernimiento proyectarla a los demás en momentos de gran confusión como los que estamos viviendo. La bendición es también acerca de la Palabra que los apóstoles difundirán a quienes no conocen a Dios, y lo harán con tanto conocimiento, fervor, convicción, fe y tenacidad que –siempre por la gracia de Dios- lograrán alcanzar el cometido a pesar de todas las adversidades.
          Tales gracias que descienden sobre los llamados al apostolado de estos tiempos, como unción venida del Padre Celestial, han de ser acogidas y, diríamos, conquistadas por corazones rectos, sinceros, no timoratos, y conservadas y custodiadas mediante una vida santa hecha de oración y ayuno(3). Pero, no sólo oración y ayuno sino que –agrega- purificación y reconciliación. Sabemos que la reconciliación primera es con Dios pero también con todos. La purificación es la que viene cuando la misericordia de Dios transforma el mal que el hombre hace en bien para las almas que hacen un camino de conversión y las que se acercan a Él.
          Nunca faltan en estos mensajes, de los días 2, la solicitud por los pastores: sacerdotes, obispos. Así también esta vez, el pedido de oración para que reciban la gracia de la luz que ilumine el camino sacerdotal, pastoral, el de ser instrumentos elegidos de salvación.

Advertencia:

         
A propósito de la exhortación y pedido de la Santísima Virgen de actuar en la rectitud y luz de la verdad, es importante conocer y difundir la siguiente aclaración. La misma es motivada por la apelación que, personas o grupos que siguen las apariciones de Medjugorje, están realizando ante las autoridades eclesiásticas, porque juzgan indebidas o autoritarias las restricciones impuestas en algunas diócesis a los encuentros en las iglesias y a la difusión de los acontecimientos y mensajes(4). Se trata de la mención que hacen al Decreto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe en el tiempo del pontificado del Papa Pablo VI, publicado en AAS 58/16a, 29 diciembre 1966. La aclaración es que dicho decreto no se refiere, como se ha aducido, a revelaciones privadas sino exclusivamente al Índice y no puede ser utilizado como ya señaló el Prefecto del mismo Dicasterio, el entonces Cardenal Ratzinger, en un Comunicado de Prensa publicado en AAS LXXXVIII, n. 12 (1996), 956-957(5). En ese comunicado el entonces Cardenal Ratzinger afirmaba que:

1) No es válida en absoluto la interpretación de algunos acerca de una decisión aprobada por Pablo VI el 14 de octubre de 1966 y promulgada el 15 de noviembre del mismo año, en virtud de la cual podrían ser libremente difundidos en la Iglesia escritos y mensajes provenientes de presuntas revelaciones. Dicha decisión se refería en realidad a la “Abolición del Índice (Index) de libros prohibidos”, y establecía que -quitadas las censuras correspondientes- aún así permanecía la obligación de no difundir y leer aquellos escritos que ponen en peligro la fe y las costumbres. 2) Se recuerda sin embargo que para la difusión de textos de presuntas revelaciones privadas, permanece válida la norma del Código vigente, can. 823 § 1, que da el derecho a los Pastores de “exigir que sean sometidas al propio juicio antes de la publicación los escritos de los fieles que tratan sobre la fe y las costumbres”. 3) Las presuntas revelaciones sobrenaturales y los escritos incumbentes están sujetos en primera instancia al juicio del Obispo diocesano y, en casos particulares, al de la Conferencia episcopal y de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

P. Justo Antonio Lofeudo
www.mensajerosdelareinadelapaz.org

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(1) Es de notar que el término “mis apóstoles” es reciente en los mensajes ya que antes nunca lo había utilizado. Esto nos hace pensar en la llegada de esos tiempos anunciados por el santo y profeta mariano san Luis María Grignion de Monfort, cuando habla de los apóstoles (de María) y los refiere a los últimos tiempos. Esos últimos tiempos están caracterizados por la lucha entre la Mujer y su linaje y el Demonio y su estirpe, o sea todas las fuerzas que se oponen a Cristo y que ahora se han puesto de manifiesto. Es también de tener presente que, antes de partir, Cristo Resucitado envío a los apóstoles al mundo y la fuerza para tan sobrehumana misión les vino del Espíritu Santo en Pentecostés, que el Señor había ya soplado sobre ellos.
(2) El apóstol al ser enviado es munido de todo lo necesario para cumplir con la misión asignada. Queda pues claro que esos apóstoles llevarán al mundo que no conoce a Dios, a los que no conocen su amor, la Palabra de Vida, que es Cristo mismo, la verdad de la salvación de la humanidad que viene de su sacrificio redentor, salvación que se hace efectiva en la medida de la aceptación de la verdad del Evangelio. Y podrán llevar la Palabra por la gracia del Espíritu Santo, colmados del conocimiento de lo que es santo.

(3) En los mensajes de la Santísima Virgen que vienen de Medjugorje oración y ayuno tienen la primacía: para obtener las gracias, para no perderlas.

(4) No se trata de dudar ni de la buena intención ni buena fe de quienes se erigen en defensores de Medjugorje, buena que damos por descontada, sino de la necesidad de aclarar ciertos puntos para que lo que se espera sea una defensa no se revierta en contra de las apariciones.

(5) Aclaración de la CDF a raíz de las presuntas revelaciones a la presunta vidente sra. Vassula Ryden.


 

Mensaje del 2 de junio de 2014
Dado en Medjugorje a través de Mirjana

Queridos hijos, a todos ustedes los llamo y los acepto como hijos míos. Oro para que ustedes me acepten y me amen como Madre. A todos ustedes los he unido en mi Corazón, he descendido entre ustedes y los bendigo. Sé que de mí ustedes desean consuelo y esperanza, porque los amo e intercedo por ustedes. Les pido que conmigo se unan en mi Hijo y que sean mis apóstoles. Para que puedan hacerlo, los invito de nuevo a amar. No hay amor sin oración, no hay oración sin perdón; porque el amor es oración, el perdón es amor. Hijos míos, Dios los ha creado para amar, amen para así perdonar. Cada oración que proviene del amor los une a mi Hijo y al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo los ilumina y los hace apóstoles míos, apóstoles que harán todo en el nombre del Señor. Orarán con obras y no sólo con palabras, porque aman a mi Hijo y comprenden el camino de la verdad que conduce a la vida eterna.
Oren por sus pastores, para que puedan siempre guiarlos con un corazón puro por el camino de la verdad y del amor, por el camino de mi Hijo. ¡Les agradezco!

Queridos hijos, a todos ustedes los llamo y los acepto como hijos míos. Oro para que ustedes me acepten y me amen como Madre. A todos ustedes los he unido en mi Corazón, he descendido entre ustedes y los bendigo. Sé que de mí ustedes desean consuelo y esperanza, porque los amo e intercedo por ustedes.
         
La Santísima Virgen nos aceptó en la cruz, cuando nuestro Señor dijo a su Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (Jn 19:26).
         
Jesús es nuestro Salvador, María es quien no permite que nos desviemos y nos conduce a su Hijo. Dios quiere nuestra salvación, pero entre la voluntad de Dios, que es la de la misma Virgen, y nuestra salvación personal media nuestra propia voluntad. Es decir, en nuestra libertad reside también la aceptación de la Madre del Señor como Madre nuestra. Por ello, aunque Ella aceptó ser nuestra Madre y nunca dejará de serlo, la Virgen no nos impone su maternidad. Ella, la Madre siempre fiel y Reina de todo lo creado, en su gran condescendencia nos llama y nos ruega que escuchemos sus llamados de amor y salvación.

          La maternidad de María es de orden sobrenatural y el lugar en el que fuimos engendrados y en el que permanecemos custodiados y amados es su Corazón. Ella viene a nosotros desde siempre y especialmente, de un modo totalmente único, en este tiempo que también es extraordinario. A quienes se pregunten el porqué, basta responder que observen los signos. ¿Estos tiempos no son por ventura de una gran perversión y gran confusión, donde el peligro de perdición es cada vez mayor? ¿No se atisban acaso en todas partes nubarrones oscuros de crisis, de guerras? Por sobre todo, ¿no se ve la apostasía de la fe en cómo se cuestionan los mismos mandamientos y los fundamentos del dogma y cómo se contraría la sana doctrina del Magisterio de siempre? Los peligros acechan por doquier. A la familia se la quiere destruir y de hecho se la destruye pervirtiendo, desde la enseñanza, a los niños y a los jóvenes y eliminando de hecho y de derecho la patria potestad. En todos los frentes es atacada la Ley de Dios.
          Tiempos oscuros son éstos de gran pecado y confusión y de cómplices o cobardes silencios o de cínicos aplausos. Por eso la Madre Santísima desciende hasta esta miserable realidad nuestra y lo hace como nunca antes. En Medjugorje aparece todos los días desde hace ya 33 años. Y nos bendice y trae las gracias de Dios reavivando -por su guía, protección y consuelo- nuestra esperanza. Viene a mostrarnos todo su amor y a asegurarnos de su perenne intercesión ante Dios.

Les pido que conmigo se unan en mi Hijo y que sean mis apóstoles
         
Viene a conducirnos por el camino de conversión y a hacer de nosotros sus enviados, sus apóstoles, para que muchos sean los que se salven.
          Apóstoles no son sólo los que anuncian la salvación de palabra y denuncian el mal y se oponen a él con la fuerza de la oración y de la reparación, sino también los que exigidos por el amor de Dios y la sed de salvación de las almas, interceden por los que se pierden para la eternidad y acuden a ellos con obras de amor. Por eso, a continuación dice:

Para que puedan hacerlo, los invito de nuevo a amar. No hay amor sin oración, no hay oración sin perdón; porque el amor es oración, el perdón es amor
         
El amor viene de Dios, sólo de Él puede venir. Es el Espíritu que nos infunde el amor; amor que tenemos la libertad de acogerlo, de nutrirlo o de apagarlo. Si nos cerramos en nosotros mismos, es decir si somos egoístas, al amor lo vamos secando, porque en la esencia del amor está la generosidad, el darse. También lo vamos reduciendo en la medida que cultivamos sentimientos negativos como la envidia o nos alegramos de la injusticia o nos ganan los sentimientos de soberbia y somos jactanciosos y engreídos o somos irritables y no controlamos nuestras reacciones o cuando no somos auténticos y hay dobleces en nosotros y la mentira anida en el corazón (Cf 1 Cor 13, 4s). El amor todo lo perdona y esto es tan importante, el perdonar, que hoy nuestra Madre del Cielo nos lo presenta con total nitidez.

          Constantemente, a través de estas décadas, ha insistido en la oración pero no en cualquier oración sino en la del corazón. Esa oración es la del corazón que sabe y quiere perdonar. Para mayor claridad ahora dice que no hay oración sin perdón y subiendo por esa escala agrega que no hay amor sin oración, ya que la oración es en sí misma anhelo de unión con Dios, es el lazo que nos une a Dios, la fuente del amor. Y nos dice algo más que olvidamos y que es la primera verdad de todas:

Hijos míos, Dios los ha creado para amar, amen para así perdonar
         
Dios nos ha creado para el Cielo, para que gozáramos eternamente de Él. La finalidad de la creación del hombre es vivir inmersos en el amor de Dios y gozar de su esencia. Como por nuestra naturaleza caída, herida por el pecado original, no podemos alcanzar tal beatitud, para que alcanzáramos el Cielo, el Hijo Unigénito se hizo hombre. Por su inmolación al Padre y su Resurrección nos salva y hace posible que seamos elevados por Él, con Él y en Él.
          Jesucristo es el Camino al Padre. Por eso, al Cielo se llega por Cristo, por el amor. En primer lugar, se llega gracias al amor redentor de Dios. Luego por el amor al que estamos llamados a dar.
          El Cielo, en alguna medida, es anticipado en la tierra por nuestra unión con Cristo, permaneciendo en su amor. “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor” (Jn 15: 9-10). Su mandamiento es el amor con la exigencia propia del amor. En momentos de laxitud, cuando pareciera que a Dios, porque es misericordioso, le estuviera impedido juzgar y castigar, es bueno repasar el capítulo 5 de san Mateo donde muestra que Jesucristo no vino a hacer descuentos a la Ley sino a que se aplique en toda su profundidad. El amor no puede ser separado de la verdad ni confundido con la permisividad de una falsa misericordia.
         
          Nos creó para amar, o sea para que pudiéramos un día llegar al Cielo. Quien no ama, quien rechaza sus mandamientos no podrá gozar de Dios, no pasará el juicio que a todos nos espera después del paso por la tierra. “En el ocaso de nuestra vida seremos juzgados en el amor” (San Juan de la Cruz ), y sin perdón no hay amor.

Lo que sigue es la conclusión de lo que antes nos dijo y que hemos comentado:

Cada oración que proviene del amor los une a mi Hijo y al Espíritu Santo, y el Espíritu Santo los ilumina y los hace apóstoles míos, apóstoles que harán todo en el nombre del Señor. Orarán con obras y no sólo con palabras, porque aman a mi Hijo y comprenden el camino de la verdad que conduce a la vida eterna.

Y concluye pidiendo que recemos por nuestros pastores:

Oren por sus pastores, para que puedan siempre guiarlos con un corazón puro por el camino de la verdad y del amor, por el camino de mi Hijo.

         
Los sacerdotes junto a todos los fieles, deben rezar por los obispos y también por sus otros hermanos sacerdotes además de por ellos mismos. Los fieles laicos por unos y otros.
          ¿Por qué –podríamos preguntarnos- tanta insistencia en rezar por los pastores? Porque mucha falta hace para que no nos desviemos de la verdad, para que no caigamos en complacencias ni en adulaciones que nos aparten de la verdad de la fe, para que no enseñemos el error ni creamos más confusión, para que, por el Espíritu Santo, seamos luz y tengamos la fortaleza de enfrentar al mundo que rechaza a Cristo, que lo desprecia, lo combate y lo quiere ver desaparecer (quimera imposible) de los corazones de los creyentes.
          Los enemigos de la Iglesia, de fuera y de dentro, están más fuertes y activos que nunca. El pedido de orar para que los pastores sigan el camino de su Hijo, es para que nadie renuncie a la cruz porque –nunca olvidemos- la gloria de Cristo pasó por la cruz y no por el aplauso del mundo.

P. Justo Antonio Lofeudo
www.mensajerosdelareinadelapaz.org


Mensaje del 2 de agosto de 2014
Dado en Medjugorje a través de Mirjana

Queridos hijos, la razón por la que ahora estoy con ustedes es mi misión de ayudarlos para que venza el bien. Aunque esto ahora a ustedes no les parezca posible. Entiendo que muchas cosas no las comprendan como tampoco yo había comprendido todo lo que mi Hijo me explicaba mientras crecía junto a mí, sin embargo yo le creía y lo seguía. Esto mismo les pido también a ustedes: que me crean y me sigan. Sin embargo, hijos míos, seguirme significa amar a mi Hijo por encima de todo, amarlo en cada persona sin distinción. Para lograrlo, nuevamente los invito a la renuncia, a la oración y al ayuno. Los invito a que la Eucaristía sea la vida de vuestra alma. Los invito a ser mis apóstoles de la luz, aquellos que difundirán en el mundo el amor y la misericordia. Hijos míos, la vida de ustedes es sólo un abrir y cerrar de ojos en comparación a la vida eterna. Cuando estén ante mi Hijo, Él verá en sus corazones cuánto amor han tenido. Para poder difundir debidamente el amor, yo suplico a mi Hijo para que por medio de su amor les dé la unión, la unión entre ustedes y con sus pastores. Mi Hijo se da a ustedes siempre y nuevamente a través de ellos y les renueva el alma. No lo olviden. Gracias.

Mirjana dijo que vio a la Virgen decidida cuando apareció y dio el mensaje.

Me atrevo a opinar que muchos de nosotros al recibir el mensaje experimentamos alegría y dijimos “¡qué hermoso!”. Fue mi primera reacción antes de entrar a mirar cada uno de sus términos. Luego, al menos en mi caso, vino la confirmación, una especie de intuición que va más allá de lo que la Santísima Virgen dice con palabras. Si se quiere una deducción quizás audaz. Esa intuición viene de una palabra, otras muchas veces leídas, “misión”. Sí, sabemos muy bien que Ella es la enviada del Señor para estos tiempos. No se trata de eso, sino de la intuición esperanzadora que Ella siendo quien es, siendo nuestra Madre, y contando con el permiso de Dios no nos ha de dejar, no ha de dejar de darnos sus mensajes mientras continúe esta lucha entre la Mujer y el Dragón, la serpiente antigua, Satanás, que vino a destruir a los hijos de la Mujer y a la misma creación. En pocas palabras la misión no quedará inacabada. La Santísima Virgen vino por esta misión, que el bien venza definitivamente sobre el mal y no se irá hasta que la victoria sea realidad. Y esto es lo que hace que estas apariciones sean especiales, que no haya habido ni habrá otras como éstas. No porque sean las últimas, porque la misma Mirjana lo desmintió, ni tampoco por su duración y la frecuencia diaria, que las hace excepcionales, sino por la misión. La misión de una batalla final entre la Santísima Virgen y el Demonio, que es lo que decía Sor Lucía de Fátima en sus memorias. Medjugorje, lo dijo la Gospa, es la culminación de Fátima.

Cuando dice que muchas cosas no se comprenden se refiere a lo que muchos, incluso entre los que siguen a las apariciones, se preguntan: el porqué de tan prolongadas apariciones, el porqué de tantas repeticiones, el porqué ciertas cosas no las dice y no hay nada nuevo (o muy poco ya que si el observador es sagaz, nuevo sí que lo hay como el haber comenzado desde hace poco a hablar de apóstoles). Sin embargo, hay respuestas a esos porqué. La primera es que en su insistencia en los mismos mensajes nos está mostrando qué es lo más necesario y urgente para nuestra salvación y para que eso nos quede muy claro. Luego, porque no vivimos lo que nos pide o lo hacemos un tiempo y luego dejamos de hacerlo o si lo hacemos no es con el mismo fervor del inicio. Y finalmente, muy importante, porque muy pocos, poquísimos en la Iglesia dicen lo que Ella dice. Y si nadie lo dice o lo recuerda Ella tiene que hacerlo porque en ello nos va a todos la salvación. Porque si no es por Ella ¿cuándo se escucha algo sobre la salvación de las almas o la posible condenación eterna? ¿Cuándo se exhorta a la oración y se la pone como prioritaria? ¿Cuándo se habla de adoración y cuándo o dónde se lleva a cabo? ¿Se oye hablar acaso de ayuno o de sacrificio? ¿Se enseña que necesitamos con necesidad impostergable, irrenunciable e insustituible vivir la Eucaristía? ¿Que la Eucaristía es el corazón de la Iglesia porque es Jesucristo entre nosotros haciendo su Iglesia y dándose a nosotros como alimento de vida eterna? ¿Se habla y se enseña que la Eucaristía es sacrificio, el único sacrificio redentor del Señor, que perdura en cada Misa que se celebra? ¿O se la considera simplemente un banquete convival entre nosotros y no un banquete sacro? La Reina de la Paz nos invita a que la Eucaristía sea la vida de nuestras almas. En otra ocasión nos invitó a enamorarnos de la Eucaristía. Para entender su insistencia, fijémonos cómo se celebra y cómo se participa de la Eucaristía, qué cuidados se tiene y cómo se lo trata al Señor. Muchas, muchísimas veces ni siquiera se lo trata como si fuese un objeto sacro, que no lo es porque es nada menos que el Señor, Dios. En muchísimas partes no hay respeto ni decoro ni reverencia alguna en la Misa, desde la vestimenta de mujeres y hombres (¡ni qué hablar si se trata de verano!) hasta la forma de celebrar y de comulgar. A la Eucaristía la toman como un símbolo, como una cosa, no como lo que es: la Persona Divina del Señor. Los protestantes que no creen en la presencia real (y en el caso de ellos tienen razón porque no teniendo verdadero sacerdocio no pueden tener Eucaristía) tienen más respeto porque al pan, que llaman eucarístico, lo consideran un bien espiritual.

Pese a que ya son más de 33 años de su permanente presencia en Medjugorje y a sus mensajes todavía el bien no vence. Es decir el mal no es derrotado con la fuerza del bien. Es lo segundo que dice. Dice que ahora nos parece imposible esa victoria. Sabemos que somos parte importante de esta sino frustración al menos postergación de la victoria del bien sobre el mal y esto hace que nos parezca imposible, que no se avance en la dirección de la victoria. Incluso se piensa que todo está perdido. Humanamente es cierto, pero aquí no es que hemos sido dejados solos a merced de nuestras fuerzas con un Enemigo poderoso. No, porque está Dios con nosotros que no nos abandona, que no quiere que nos perdamos para siempre y que envía a la Santísima Virgen en nuestra ayuda.

Nuestra parte, como queda dicho, la conocemos y es la caída en el cumplimiento de los mensajes, la pérdida de la fuerza inicial, del entusiasmo de los comienzos cuando ayunábamos seriamente, cuando poníamos el corazón en la oración, cuando todo se hacía no por rutina sino por amor. Ahora los sacrificios a algunos nos cuestan más que antes, la tensión y la atención disminuyen. Para muchos es el mundo que los distrae y a veces los encandila. Pero hay más y ese más viene de acciones concretas de las fuerzas oscuras del mal en el mundo y en la misma Iglesia.

No hay duda alguna que el Enemigo hará, como viene haciendo desde el principio de las apariciones, de todo para que éstas se desacrediten y para que todo tipo de obstáculos impidan su difusión y el llegarse a Medjugorje. Ya lo hizo en el pasado, baste recordar los primeros años y luego la guerra del 91 al 95. Sin embargo, Medjugorje no fue tocada y aún en medio de la guerra la Madre del Señor dejó un camino abierto por donde llegaban los peregrinos. Al punto que un periodista exclamó “¡Qué curioso! Personas vienen a un país en guerra para encontrar la paz”.

Sí, no dejará de atacar a Medjugorje y desde todos los frentes, incluso y diría en primera línea a través de los mismos videntes, tentándolos y ocasionándoles todo tipo de males en su propio entorno como para doblegarlos o para que claudiquen en la misión tan importante que ellos tienen. Lo mismo hace y hará con los sacerdotes allegados, especialmente con los franciscanos, tal vez seduciendo a alguno, como ya hizo, con falsos videntes para que sean elementos de confusión y para poder lograr penetrar en el corazón de Medjugorje.

Pese a todo lo que pueda suceder y podamos imaginar o lo que realmente ocurre, los videntes siguen tranquilos porque saben que la Gospa tiene todo en sus manos, se los ha dicho, y porque reza por ellos y por todo lo que significa Medjugorje (o sea videntes, franciscanos, sacerdotes en general que han sido llamados al sacerdocio o nutrido su vocación y que han apoyado las apariciones, comunidades que allí nacieron o crecieron a su sombra, peregrinos, parroquianos, grupos que difunden los mensajes por todo el mundo). Por todos ora la Virgen a su Hijo y sus oraciones son escuchadas.

Ella, en tanto, nos pide que le creamos y la sigamos, como hizo Ella misma con su Hijo cuando no todo lo entendía. Pero seguirla, nos lo explica, es seguirla en el amor ante todo y por sobre todo hacia Jesucristo. Amar a Jesucristo es verdadera secuela de María. Y para amarlo debemos centrar nuestra vida en la Eucaristía de modo que sea nuestra misma vida, que no podamos vivir sin ella. Eso va acompañado, y al mismo tiempo implica, renuncia, oración y ayuno. Este es el programa de la Santísima Virgen y está al alcance de todos. Nadie puede decir que nos está pidiendo cosas irrealizables. Que cuesta ayunar y hacer renuncias, claro que cuesta pero ahí está la gracia que el Señor, a través de su Madre, nos da. Además vale más el amor que se pone en el ayunar y en cualquier sacrificio como en la oración que la cantidad de ayunos o de oraciones que se hagan. La invitación es a ser apóstol para estos tiempos. El apóstol se forja en la escuela de la oración, del ayuno, de la renuncia a placeres y sobre todo al pecado. El apóstol de María pone al centro de su vida la Eucaristía, o sea al Señor. Apóstol de la Virgen es, como Ella lo entiende, quien es portador de la luz, que es Cristo. El Apóstol es enviado a llevar el amor y la misericordia de Dios en la verdad o, dicho de otro modo, el verdadero amor, la verdadera misericordia. Las grandes palabras como amor, misericordia han sido prostituidas y esa es labor primordial del Enemigo. Por eso, el falso apóstol, el falso profeta habla de amor y de misericordia pero falseando totalmente esos términos. Amor, misericordia no es lo que entiende el mundo sino lo que vino a enseñar el Señor por medio de palabras y de su vida que quedaron plasmadas en los Evangelios y que el Magisterio de siempre de la Iglesia custodia y enseña.

El apóstol ama a Cristo y a Cristo se lo ama en la Eucaristía y en el otro. Al otro se lo ama desde Dios y por Dios y así se puede amar a todos sin distinción. Una vez dijo la Virgen que amar no es –como nosotros lo entendemos- amar a algunos sino amar a todos.

Nos recuerda que nuestra vida en la tierra es efímera, pasa sin que nos demos cuenta, y que al final de ella seremos juzgados por el Señor, su Hijo, en el amor. Nuestro Juez es quien ha dicho de sí mismo que es la Luz y delante de la Luz nada queda oculto. Esto ya lo podemos experimentar desde ahora con la adoración. La adoración nos acerca a Dios, nos vuelve íntimos del Señor. Pero, además, cuando –por la adoración- quedamos nosotros expuestos ante el Santísimo Sacramento, lo estamos ante Aquel que es la Luz y vemos todas nuestras manchas, aún las más pequeñas. Por tal motivo la adoración nos purifica y nos llama a la purificación. Además la adoración eucarística nos nutre de amor y nos vuelve reflejos de la luz que recibimos en esos momentos ante el Señor.

También nos recuerda la Madre del Señor que sin unión no hay amor. Unión y amor se reclaman recíprocamente porque también es cierto que sin amor no hay unión. Y para que haya unión entre nosotros y con los pastores Ella está rezando, apelando al amor de su Hijo para que Él nos conceda tal unión. No porque Jesucristo no esté dispuesto a dárnosla sino para que venza los impedimentos que nosotros ponemos a la unión.

Nuestra Santísima Madre asocia la unión a la difusión del amor. Sin unión, sin testimonio de esa unión fraterna y filial no es posible difundir el amor porque sería una mentira, una contradicción en los hechos.

Como desde hace meses viene haciendo, en estos mensajes de los dos de cada mes, las últimas palabras se refieren a los pastores, o sea a los sacerdotes en general y a los obispos en particular. Hoy nos recuerda que el Señor está presente en la Palabra que los pastores predican y enseñan y en los sacramentos que ellos administran.

Reiteradamente ha dicho que Ella ora por los pastores y pide que todos oren por ellos. Orar para que sean buenos pastores, para que sean sacerdotes fieles al Señor según el Corazón de Cristo. Ora y pide oración por los pastores para que sean defensores de la verdad y portadores del amor.

Un pastor que no diga la verdad, que la oculte por conveniencias aparentes, que la postergue o la oscurezca no puede ser nunca un buen pastor. Ese pastor no lleva a Cristo sino que aleja de Él. Un pastor que no respete y venere a la Eucaristía ni la haga respetar y venerar no es buen pastor. Un pastor que no le importe sus ovejas, que no las ame no es buen pastor. Uno que sea permisivo con el pecado o que no llame mal a lo que sí lo es, a lo que Jesucristo vino a decirnos que es pecado, no es buen pastor. Uno que distorsiona los mandamientos y enseña herejías desviando de la verdad de la fe, confunde al redil, lo dispersa y lo abandona a la muerte porque es un falso pastor. A ellos no nos pide unirnos porque sería unirnos al error, al pecado, a la confusión, a la apostasía, a la herejía, al mundo y no a Dios. La unión es a los que siguen a Cristo, al Buen Pastor que dio su vida por las ovejas. Con esos sacerdotes será el triunfo de su Corazón. Es importante recordar que, a través siempre de Mirjana, dijo la Virgen que entre este tiempo y el del triunfo de su Inmaculado Corazón hay un puente por el que todos deberán pasar y ese puente son los sacerdotes. Los sacerdotes fieles a Cristo. A los otros, a los apóstatas, a los que no les interesa la verdad sino la complacencia del mundo y sus aplausos, a los que están en crisis de fe o de moral, a esos no los condena sino que pide rezar por ellos, como Ella misma no deja de hacerlo. Nada de esto olvidemos y trabajemos todos para ser verdaderos apóstoles de la luz.

P. Justo Antonio Lofeudo
www.mensajerosdelareinadelapaz.org


Mensaje del 25 de agosto de 2014

¡Queridos hijos! Oren por mis intenciones, porque Satanás quiere destruir mi plan que tengo aquí y robarles la paz. Por eso, hijitos, oren, oren, oren para que Dios a través de cada uno de ustedes pueda actuar. Que sus corazones estén abiertos a la voluntad de Dios. Yo los amo y los bendigo con mi bendición maternal. Gracias por haber respondido a mi llamado.

Hijitos oren, oren, oren para que Dios a través de cada uno de ustedes pueda actuar. Que sus corazones estén abiertos a la voluntad de Dios

Si tan sólo rezáramos los tres Rosarios diarios que pedía la Santísima Virgen casi desde el inicio (esto antes que se agregase el cuarto misterio de la luz) estaríamos repitiendo cada día dieciocho Padrenuestros y aunque fuera sólo uno el Rosario, quizás para aquellos que recién empiezan, serían seis los Padrenuestros. El rito de comunión de cada Misa, además, comienza con el Padrenuestro. Y una y otra vez estamos diciéndole a Dios “hágase tu voluntad”. Pero, realmente ¿nos importa hacer la voluntad de Dios? Si nos importa, ¿la conocemos? ¿Acaso la buscamos para conocerla? Y, luego, ¿la llevamos a cabo? Lo que hacemos, ¿es voluntad de Dios o disfrazamos nuestra voluntad como si fuera de Dios? ¿La perseguimos o tomamos lo que nos conviene, lo que nos gusta? Todas estas preguntas no son hechas pensando en ciertas patologías pseudo místicas que continuamente dicen “Dios me dijo” y así hacen lo que ellos quieren, o manipulan a otros de débil personalidad para dominarlos bajo la impía excusa que es Dios quien lo quiere y pide. No, las preguntas van dirigidas a todos nosotros. Todos nos debemos interpelar si estamos verdaderamente haciendo la voluntad divina en nuestras vidas.

Para conocer la voluntad de Dios hay que rezar y de veras, con corazón sincero, abierto a la luz divina que debe penetrar, para luego discernir personalmente o con la ayuda de un guía espiritual, un sacerdote de experiencia y santidad, qué nos está inspirando Dios por la oración.

San Pablo exhortaba a los cristianos de Roma a no vivir de acuerdo a este mundo que pasa sino a convertirse, “para que sepáis discernir –decía- lo que es voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto”(1). Es decir que por la conversión del espíritu y de la mente (2) se alcanza el discernimiento. Presentaba el Apóstol un punto muy interesante en la vida espiritual. Porque lo primero es discernir qué es bueno y qué es malo, según no los hombres, o sea los criterios de este mundo, sino según Dios. Hoy esto no es tan fácil como parece porque hay criterios, actitudes, interpretaciones aún dentro de la misma Iglesia que se presentan como buenas, como propias de la misericordia de Dios, y sin embargo no lo son. No lo son cuando tales ideas o interpretaciones pretenden ponerse por encima de la ley de Dios, la que el Señor vino a hacer cumplir hasta el último tilde (ver cap. 5 del evangelio de San Mateo). No es bueno ni puede ser voluntad de Dios ni agradarle que se atente –por ejemplo- contra la verdad so pretexto de adaptarse a “las nuevas realidades sociales” y así acomodarse con lo que quiere el mundo.

Y luego de discernir, o sea pasar por el tamiz, lo que es bueno de lo malo según las enseñanzas del mismo Señor en las Escrituras y lo que la Iglesia ha siempre enseñado, para seguir un camino de perfección hay que conocer qué es para Dios perfecto y actuarlo.

Cuando una persona está alejada de Dios, no se detiene a pensar si lo que hace es bueno o no para Dios, con tal que sea bueno para ella. Por ejemplo, piensa que llegar alto en una empresa o en política es bueno y pone todos los medios, sin reparar cómo o cuáles son esos medios, para lograr su objetivo. Evidentemente satisfacer ambiciones personales, mentir y perjudicar a otros provocándoles daño, no será nunca querido por Dios. Cuando, en cambio, la persona comienza un camino de conversión busca no ofender a Dios y discernir siempre qué es bueno y qué no lo es, esforzándose por hacer aquello que es bueno para Dios. Entonces, presenta en oración sus buenas intenciones, sus buenos proyectos para que el Señor los bendiga. A veces –y eso puede ocurrir sin darnos cuenta- se le dice, casi se le explica a Dios porqué eso que queremos está bien y conviene que lo otorgue. Pero, cuando más se avanza en el camino espiritual la preocupación es sólo saber cuál es la voluntad de Dios en el caso particular y pedirle que la haga conocer. Ya no es el proyecto personal que uno presenta a la bendición y ayuda de Dios sino el proyecto divino que se quiere dilucidar para llevarlo a cabo.

Para que el corazón esté abierto a la voluntad de Dios, como pide la Santísima Virgen en este mensaje, debe estar limpio, purificado no sólo de pecados graves (mortales) sino también de los leves (veniales). Debe estar limpia el alma de malas intenciones, de negligencias, de ambigüedades y dobleces. El corazón abierto a Dios implica no tener apegos desordenados hacia otras personas ni hacia las cosas. Es necesario alejarse de lo mundano, de la banalidad, de los placeres que alejan de Dios, de toda ocasión que pueda llevar a cometer pecado y saber abandonarse confiadamente en Dios en toda circunstancia.

Algunos ejemplos pueden servir para aclarar lo que se viene diciendo, y así el apego a las modas; el deleite en placeres de los sentidos; el hurgar por Internet u ojear una revista o un diario y detenerse en publicidades o noticias morbosas o indecentes; el preocuparse hasta la angustia por cualquier problema, todas esas cosas (y muchas más) alejan al alma de Dios. El cuerpo debe estar disciplinado y sujeto a la voluntad de lo superior y no al revés. Se dice que el cuerpo es como el asno que cuando más le das de comer más quiere. Cuantos más placeres y licencias se da a lo carnal más se lo busca y más embotan los sentidos y más se impide la acción de Dios sobre el alma. Por eso, también es necesario ayunar y esa es una de las razones de porqué la Virgen pide el ayuno.

La purificación del corazón, mediante el ejercicio de las virtudes confiere mayor libertad al alma. Puesto que el corazón se ata con las pasiones y apegos desordenados y le es, entonces, más difícil hacer de Cristo el Señor.

La principal virtud que debemos perseguir es la humildad. Cuando una persona se cree que es “alguien” se distancia de Dios, se vuelve auto suficiente. Y apartándose de Dios pierde su gracia. ¡Cuánto ayuda la adoración, el estar de rodillas frente al Señor, a la humildad! Quien adora es porque sabe que es nada y que Dios es todo, es alguien que va descubriendo su verdadera dimensión y más adora más es consciente de su pequeñez y más agradece a Dios todo lo que le debe. Hasta en la forma de recibir al Señor en la comunión se manifiesta la humildad o la auto suficiencia, la soberbia. Por eso, la Eucaristía en unos aprovecha y en otros no.

El alma humilde, que se sabe pequeña, todo lo espera del Señor y en Él confía absolutamente. “De mí todo lo temo, de ti todo lo espero” es la jaculatoria al Sagrado Corazón. Quien en cambio se sabe bello o inteligente o de grandes habilidades y se complace en ello, se encuentra encadenado en su misma auto complacencia y no deja que Dios actúe sobre su persona.

A un alma privilegiada, el Señor le enseñó a nunca sentirse ofendida diciéndole: Cuando estás herida reflexiona porque Yo lo sabía de antemano y lo permití. Acéptalo y perdónalo, aunque en ese caso no tenga razón, porque debes humillarte por otros pecados secretos y, si es posible, no cuentes a nadie lo que te pasó.

Orar, orar y orar para conocer la voluntad de Dios. Orar, orar y orar para vivir de acuerdo a su voluntad y así Dios pueda obrar en nosotros y a través de nosotros. Porque,

Satanás quiere destruir mi plan que tengo aquí y robarles la paz

Cuando nuestra Madre avisa es porque algo concreto se está gestando, inspirado e instigado por el Maligno. Que Satanás quiere destruir todo lo concerniente a Medjugorje lo sabemos desde el principio, pero ahora está preparando embestidas desde fuera y desde dentro. Porque poco tiempo le queda mayor es su furia.

Oren por mis intenciones

Orar por sus intenciones comprende orar por los videntes, para que no desvíen, para que transmitan nítidamente y sin interferencias el mensaje que les es dado; orar por sus vidas para que sean siempre ejemplares; orar por quienes en la Iglesia han evaluado y evalúan lo acontecido en Medjugorje, y por los frailes franciscanos que se ocupan de la parroquia, y por los parroquianos y habitantes de Medjugorje, y por los peregrinos para que transmitan con sus vidas de conversión la verdad de los acontecimientos. Oremos además por aquellos que difunden los mensajes y dan testimonios, para que lo hagan con humildad y no se vanaglorien creyendo que son “alguien” porque sean conocidos y consultados. Oremos por los grupos de oración y los centros para que no se apropien de Medjugorje y den testimonio de amor, apertura y obediencia a la jerarquía de la Iglesia. Oremos por cada uno de nosotros para poder abrirnos a la gracia y no ser impedimento de la acción salvífica del Señor y del plan de la Santísima Virgen, y oremos también por los que se oponen a las apariciones, que las niegan y quieren que se prohíba toda difusión.

Finalmente, no nos preocupemos, sólo oremos y hagamos la voluntad de Dios para colaborar con el plan de salvación que María conduce en estos tiempos de la batalla final.

P. Justo Antonio Lofeudo
www.mensajerosdelareinadelapaz.org
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(1) Cf. Rm 12: 1-2
(2) Usa la palabra griega metanoieté, imperativo: ¡Convertíos!


 

Mensaje del 2 de setiembre de 2014
Dado en Medjugorje a través de Mirjana

Queridos hijos, Yo, vuestra Madre, vengo nuevamente entre ustedes en el amor que no tiene fin, desde el amor infinito del infinito Padre Celestial. Y como estoy mirando en sus corazones veo que muchos de ustedes me han aceptado como Madre y, con corazones puros y sinceros, desean ser mis apóstoles. Pero, también soy Madre de aquellos de ustedes que no me aceptan y que, en la dureza de sus corazones, no desean allegarse a conocer el amor de mi Hijo. Y no saben cuánto sufre mi corazón y cuánto oro a mi Hijo por ustedes. Le rezo para que sane sus almas porque Él puede hacerlo. Le pido que los ilumine con el milagro del Espíritu Santo para que puedan detenerse de constantemente traicionarlo, maldecirlo y herirlo. Con todo mi corazón oro por ustedes para que comprendan que sólo mi Hijo es la salvación y la luz del mundo. Y ustedes, hijos míos, mis queridos apóstoles, lleven siempre a mi Hijo en sus corazones y pensamientos. Así estarán llevando amor. Todos aquellos que no lo conocen lo reconocerán en vuestro amor. Estoy siempre a vuestro lado. Especialmente estoy al lado de sus pastores porque mi Hijo los llamó para conducirlos en el camino a la eternidad. Gracias, apóstoles míos, por vuestro sacrificio y amor.

Junto a este dolor manifiesto de la Santísima Madre se coloca nuestra responsabilidad de ser enviados al mundo llevando a Cristo, que es llevar el amor y la luz. La Llena de gracia, que no sufrió los dolores del parto por ser, justamente, quien recibió la plenitud de la gracia de Dios ya desde el momento en el que fue concebida -Concepcion Inmaculada de María en atención a los méritos de Cristo Jesús, de quien sería Madre- ahora se nos revela así: Madre Dolorosa. Ella es la Madre de tanto dolor, la que sufre –como lo veía el Apóstol Juan en el Apocalipsis- los dolores del parto de estos nuevos hijos que la bestia satánica quiere devorar y devora en la incredulidad y desprecio por Cristo, en las ofensas a su Santo Nombre, en el desdén por su Pasión y Muerte en la Cruz, que ofreció para salvarnos. Y la Madre apela al corazón de los hijos suyos, que la aceptan como Madre y que desean en lo más íntimo ser sus apóstoles para estos últimos tiempos anunciados. Esos hijos que tienen un corazón, purificado y sincero, atraído por el amor de la Santísima Virgen, expresión y reflejo perfecto del infinito amor de Dios. Esos hijos, los apóstoles, son los que se dejan abrasar por la llama ardiente del amor de María. Esa llama que ha de enceguecer a Satanás y ha de envolver con su fuego divino a los que están alejados y no conocen el amor de Dios.

Como la madre que corre en auxilio del hijo que está en peligro, Ella reza a su Hijo por todos, pero especialmente por quienes rechazan al Salvador y con ello la misma salvación y se pierden para siempre. La Virgen ora para que el Hijo los ilumine con el milagro, dice, del Espíritu Santo. Porque la obra de conversión es del Espíritu que inunda de luz el corazón del hombre, de la luz del amor divino y lo convierte a Dios. La conversión del duro corazón, del corazón de piedra del hombre, y más aún quizás, de la tibieza e insensiblidad, es un milagro mayor del Espíritu Santo. Un milagro moral, un milagro espiritual.

A nosotros, que deseamos consolar a nuestra Madre, nos es dirigido este mensaje donde nos dice que la consolación está en ayudarla siendo instrumentos de salvación para los que se pierden, los que se dejan tragar por las astucias y maldades de satanás, y –aunque no lo diga ahora, lo ha dicho en otras ocasiones- para también reparar tanta ofensa cometida contra Dios, contra Ella y todo lo que es santo. Quizás sea ese el motivo por el que al final agradece a sus apóstoles por el sacrificio. Sacrificio, interpretamos, de reparación y ofrenda de salvación.

La Santísima Virgen debe mostrarnos su dolor de Madre, y así como lo hace continuamente por medio de imágenes y cuadros que lloran en todo el mundo, lo hace ahora en este mensaje.

Es sobre todo en los últimos tiempos que aparecen representaciones de la Santísima Virgen que lloran, y sólo para mencionar algunos casos aprobados ahí están el cuadro de la Madonna delle Lacrime de Siracusa; la talla de la Virgen de Todos los Pueblos, de Akita; la estatuilla de la Reina de la Paz, llevada de Medjugorje a Civitavecchia, reconocida por Mons. Grillo, Obispo local y testigo de lacrimaciones; la Portaitisa icono griego ortodoxo aprobado por la Iglesia Ortodoxa y las tantísimas imágenes que en todas partes lloran lágrimas y sangre, incluso últimamente en Irak y en Siria.

No podemos ser insensibles a sus mensajes, a estas apelaciones y dejarnos distraer, como muchas veces se distraen muchos en la Iglesia, en hechos mundanos y en discursos meramente humanos. En tanto, la Madre Dolorosa nos llama a concentrarnos en la obra salvífica de Jesucristo, con el testimonio de amor y, como siempre nos repite, con la oración y el ayuno.

No es con medios humanos que se gana la batalla, no es con recursos mediáticos y diplomáticos que se detiene al voraz Enemigo. Sólo el amor del Corazón de María, como el de su Hijo, más fuerte que el mal, ha de enceguecer al Maligno Adversario. Ella con su ejército de sus apóstoles, los que acuden al llamado de estar impregnados de Cristo, en la mente y el corazón, ha de vencerlo. Sus hijos son los que están con el Señor y no abjuran de Él. Son aquellos de los que habla el libro de la Revelación cuando dice: ”Estos (se refiere a los que están con la Bestia ) harán la guerra al Cordero, pero el Cordero, como es Señor de Señores y Rey de Reyes, los vencerá en unión con los suyos, los llamados y elegidos y fieles” (Ap 17:14).

Esos temibles guerreros del Cordero pueden ser la anciana, oculta a la luz del mundo, que a distintas horas del día desgrana su rosario en oración; el que lucha –en medio de sus ocupaciones- para hacerse espacio y tiempo para rezarle a Dios con la oración de la Virgen y mortifica su cuerpo contrariando a los impulsos de la carne; el que ayuna y hace abstinencia y lo hace por Dios; el que ha errado en su vida (y quién no?) y decide amputar una parte de sí para no ser escándalo y ofender a Dios; el niño que corta una flor para ponerla al pie de una imagen de la Virgen o del Señor; esas señoras que llevan una imagen peregrina y enseñan a otros a rezar y le dicen que Dios los ama; jóvenes que rezan el Rosario junto a madres con sus niños en el hospital. Guerreros del Cordero son, en fin, todos los apóstoles de María de cualquier condición y edad que aman y aún más desean amar, con corazón puro y sincero.

Sí, la guerra es contra Cristo y se ha desatado con mayor furor. La guerra contra Cristo no sólo la hacen esos locos asesinos, hijos de Satanás, que decapitan cristianos y no cristianos, hombres y niños, en Irak y en otros países del Oriente Medio, sino también todos los que en Occidente igual que en Oriente, en regímenes comunistas y en los que se dicen democráticos, están en guerra contra el Señor, porque lo odian, quieren hacerlo desaparecer de la vida pública y también de la privada, arremetiendo contra la Ley de Dios y todo valor cristiano.

Pese a todas las atrocidades que vemos y de las que sabemos, que nada nos agobie ni haga perder la confianza ni la paz del corazón, porque Ella, como una vez más nos lo reasegura, está con nosotros, a nuestro lado. Y lo está siempre y también junto a los buenos pastores, y a los que no lo son para que lo sean, porque nadie se conduce solo a la salvación sino siguiendo al pastor, quien, a su vez, se deja pastorear por el único Buen Supremo Pastor, Jesucristo.

P. Justo Antonio Lofeudo
www.mensajerosdelareinadelapaz.org


 

Mensaje del 25 de setiembre de 2014

Queridos hijos! También hoy los invito para que ustedes sean así como las estrellas, que con su resplandor dan luz y belleza a los demás, para que se alegren. Hijitos, sean también ustedes resplandor, belleza, alegría y paz, y especialmente oración para todos aquellos que están lejos de mi amor y del amor de mi Hijo Jesús. Hijitos, testimonien su fe y oración en la alegría, en la alegría de la fe que está en sus corazones y oren por la paz que es don precioso de Dios. Gracias por haber respondido a mi llamado.

Por medio de este mensaje la Santísima Virgen nos está llamando a la fe, pero a una fe tan arraigada y firme que pueda irradiar luz y contagie porque transmite alegría.

La alegría es hija de la fe, porque la fe es la certeza de la cercanía de Dios y de su amor. Toda preocupación se desvanece, todo temor se esfuma, todo dolor se aplaca, ninguna soledad entristece ni angustia cuando la mente y el corazón saben que Dios se hizo tan cercano en Jesucristo como para venir a compartir nuestra condición humana y hacerse compañero de camino. Por ello, cuando se llega a vivir profundamente la fe se la vive con alegría. Y siempre, se sabe, en medio del sufrimiento está el Señor y junto a Él su Madre, para fortalecernos y consolarnos. La fe también comporta la alegría de saber que el dolor se vuelve fecundo cuando es ofrecido y unido al sacrificio de Jesús, porque tiene valor de salvación. La misma fe en la Presencia del Señor en la Eucaristía, presencia real y verdadera, nos lleva a la alegría. Es la alegría del encuentro personal por el encuentro mismo y porque Él nos transmite su Espíritu y nos da vida eterna.

La fe no necesita de alharaca y el mundo tiene necesidad de testigos que le muestren que hay salvación porque hay un Salvador, Jesucristo. Por eso, el hijo de Dios, aún con su presencia silenciosa, puede dar testimonio de la fe gozosa e iluminar otras vidas. El apóstol de María es el hijo de Dios en este tiempo. Es aquel que vive con alegría en oración, se sostiene con la fe de saberse amado de Dios y de la Virgen, se nutre del Señor, en la Eucaristía y con su Palabra, y lleno de la paz de Dios se vuelve instrumento de su paz.

Apenas finalizada la guerra en Bosnia, cuando todavía había soldados que no habían regresado del frente, le pregunté a una religiosa qué le había impresionado más de la guerra, viviéndola allí en Medjugorje. Pensó unos segundos y respondió: “La diferencia entre los creyentes verdaderos y los que no tenían arraigada la fe o no creían. Cuando los serbios se estaban aproximando los creyentes mantenían la paz, pero a los que no tenían fe los vi temblar como hoja que la mueve el viento”. Por cierto, estar en medio de la guerra es un caso límite, pero ¡cuánta guerra hay ya en nuestro mundo, cuántas sociedades aniquilan a los más inocentes incluso con leyes, cuánta falta de paz en los corazones, en las familias! En el mundo hace tiempo que se hizo noche y las personas necesitan ver esos puntos de luz, como estrellas en la oscuridad nocturna, para orientarse, para no desesperar, para en medio de la fealdad del mal ver la belleza y el amor y al final acercarse a Dios y encontrar la salvación.

Por eso, junto a la fe nos exhorta nuevamente, aunque de una manera nueva, a la oración. Nos pide que demos testimonio en la oración de la alegría que viene de la fe. Orar para que esa alegría se extienda a quienes por no tener fe, por desconocer que Dios los ama y que tienen una Madre que también los ama, por rechazar o ignorar ese amor no sólo no tienen alegría sino que tampoco tienen paz.

“Oren, oren, oren, hasta que la oración se vuelva alegría”, había dicho casi al inicio de las apariciones. Nos ha ido así enseñando que la oración viene de la fe pero también la alimenta y que ambas, fe y oración conducen a la alegría. Oremos por la paz, y oremos también para que nuestra fe se manifieste con alegría y seamos portadores de la belleza de Dios y de la paz, de la verdadera, de la única, de la paz de Cristo.

P. Justo Antonio Lofeudo
www.mensajerosdelareinadelapaz.org

Y ya que de alegría y de fe se trata aquí va una noticia: el Cardenal Christoph Schönborn, Arzobispo de Viena, siendo él mismo miembro de la comisión internacional que trata sobre las manifestaciones de Medjugorje, no dudó en afirmar –en una improvisada entrevista- que tiene confianza en el proyecto del Señor sobre Medjugorje e instó a tener fe y a rezar. Se refirió a los buenos frutos espirituales sin negar que a veces hay situaciones que no han sido o no son lo claras que deberían ser. Aconsejó tener confianza en la presencia de la Santísima Virgen, porque Ella nos está diciendo que no nos deja solos, que Dios está presente. Dijo también el Cardenal que probablemente el Papa no se expida ahora pero que no nos preocupemos y vayamos con fe a Medjugorje.


¡Bendito, Alabado y Adorado sea Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar!

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